Muy cerca de la ciudad portuguesa de Braga, al noroeste del país luso, se encuentra la colina del Bom Jesus do Monte, toda ella dominada por la presencia del santuario del mismo nombre. Como tantos otros lugares del país vecino, todo se articula en torno a los edificios, celebraciones y liturgias varias de la fe católica, dejándonos en muchas ocasiones rincones fascinantes como se podría considerar este muchas veces desconocido lugar.
La colina del Bom Jesus, a solo 5 km. de la ciudad de Braga, está completamente dedicada a rememorar esos eventos relacionados con la reliquia de la Santa Cruz en la que se cree que fue crucificado Jesús. La ubicación, como siempre, no es causal.
Además de la cercanía al que fue uno de los primeros asentamientos de la zona ahora evolucionado en ciudad gracias a la de siglos que pasaron desde entonces, todo templo religioso debe situarse, en medida de lo posible, lo más cerca de la casa de Dios.
Volviendo al templo del Bom Jesús, la peregrinación de ascenso a lo alto nos deja dos opciones: la cómoda y rápida o la penitente, sufridora y angustiosa. Vamos, que podemos o bien subir en elevador o bien a pie serpenteando la ladera gracias a los cientos de escalones que trazan el camino.
¿Mi recomendación? Subir en elevador y bajar andando para disfrutar de ambos trayectos y de la experiencia que ofrece cada uno de ellos minimizando esfuerzos.
¿La ruta que realmente hemos hecho? Pues pecando (nunca mejor dicho) de tontos, subimos a pie y bajamos en elevador, por lo que si no eres muy purista con esto de reproducir el camino que se recorría inicialmente (ya que al fin y al cabo el camino que hemos hecho es el “oficial”) fíate de mi recomendación ya que cualquier otra alternativa será algo más agotadora. Y lo digo por propia experiencia
Subiendo como buen peregrino: la opción “Jesusito, por ti lo hago hasta de rodillas”
El camino a pie tiene dos atractivos principales. El primero es poder disfrutar de un tranquilo paseo bajo los arboles y evitando el calor (si tienes la suerte de disfrutar de un día soleado) gracias a la sombra que prevalece durante todo el recorrido. El segundo atractivo es el ir contemplando las distintas capillas con representaciones en su interior de los pasos de la Pasión de Cristo en su Via Crucis.
Una vez finalizado el Via Crucis particular de cada uno, llegamos a un mirador con unas vistas desde las alturas de la ciudad de Braga que ya empiezan a dejar una cierta sensación de satisfacción que indican que, tal vez y solo tal vez, haber hecho esta subida al final tampoco fue demasiada mala idea. Aunque esta sensación dura lo que tardas en girar sobre tus talones 180 grados y ver la subida que todavía queda por delante.
Comienzan ahora los dos últimos tramos de escalera que representan, primero, los 5 sentidos y finalmente las 3 virtudes teológicas: fe, esperanza y caridad. Al parecer, el objetivo es contraponer los sentidos del hombre que se encargan de transmitir la percepción terrenal de lo que lo rodea con las virtudes de la parte espiritual como camino que culmina en la llegada al templo de Dios. El peaje divino de entrada al cielo.
Entre estos dos últimos tramos hay un descanso donde antiguamente se levantaba la primera iglesia del Bom Jesus, antes de ser demolida y construida la actual, un poco más elevada y moderna.
Subiendo en el elevador: la opción “¿Andar? ¡Ni de coña!”
Por otro lado, el elevador aporta la experiencia de subir la ladera de la colina cómodamente sentado mientras el vagón se desplaza y disfrutar de las vistas que, si bien no son por el momento nada del otro mundo, el desplazarse entre los arboles y vegetación que cubre la mayor parte de la zona le dan un punto adicional de comunión con la naturaleza (por si no eres muy religioso y eres más de la obra de Mama Tierra).
El que la zona que rodea al santuario sea todo verde se lo debemos a las expropiaciones y ajustes que en el XIX hicieron para transformarlo en un parque.
Si además te cuento que este elevador es una versión restaurada del original instalado en 1882 que fue un pionero gracias a su mecanismo de contrapesos de agua, apetece un poco más utilizarlo, ¿verdad?
Pues resulta que para salvar los algo más de 100 metros de altura que cubre, a un tal Manuel Gomes se le ocurrió hablar con un suizo llamado Niklaus que sabía un rato de estas cosas para montar algo que le hiciera la vida más fácil a todo el que quisiera alcanzar la cima y salvar la pendiente.
Y mira tu si sabía del tema que no solo solventó el problema si no que lo hizo en plan eco-friendly, sin contaminar, sin ningún motor revolucionario que lanzara emisiones ni nada por el estilo. Bastó un sistema de poleas y unos depósitos de agua en cada vagón para hacer que uno baje debido a su mayor peso y tire hacia arriba del otro vagón. Basta intercambiar el flujo de agua y Voila! Se hace la magia y vuelta a bajar!
Gracias a ellos, por el módico precio de 1€ puedes conseguir subir en 3-4 minutos, ¡sin sudar ni gota! En la actualidad este elevador es el más antiguo de todo el mundo que está en funcionamiento utilizando aún este sistema.
Ya estamos en lo alto del Santuario ¿Que hacemos?
Pues pasear por sus jardines, visitar la iglesia, asomarse a los miradores… En definitiva, disfrutar del entorno de lo alto de la colina, ¡que para algo nos lo hemos ganado! (si es que has subido las escaleras, porque si has utilizado el elevador… Bueno, no te lo habrás ganado de igual manera pero también estás arriba, así que disfruta! )
Todos los edificios, barandillas, muros y demás construcciones beben del barroco y el neoclásico dependiendo del momento de su construcción, ya que éstas, sus posteriores demoliciones y todavía más posteriores reconstrucciones fueron realizadas a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Cierto es que la primera construcción que se levantó en esta colina data del XIII, pero de eso ya no queda prácticamente nada.
Si bien la iglesia es el centro de atención, las inmediaciones del edificio son también una invitación a pasear y perderse un poco por sus caminos. Gracias a la expropiación de los terrenos que te comentaba antes, ahora podemos pasear por los jardines y asomarnos a los miradores, disfrutando del entorno como una especie de pequeño parque temático en torno a la vida y obra del bonachón de Jesús.
También llama mucho la atención la gruta artificial a la izquierda de la iglesia, con su correspondiente estanque.
Pero de lo que soy verdaderamente fan es de esa terraza que estratégicamente ubicaron con su correspondiente bar justo frente a la barandilla de uno de los miradores, por lo que la mejor manera de poner fin a esta entrada es, como siempre, con una cervecita en mano, en buena compañía y unas vistas increíbles. ¡Como debe ser!
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