Cracovia está atravesada por el río Vístula, el más importante de todos cuantos bañan Polonia. Es la arteria principal de la ciudad, un manantial de vida en el pasado y ahora una de las zonas de ocio y recreo que sus habitantes no dudan en aprovechar en cuanto sale un poco el sol… Además, a su paso por las faldas de la colina del castillo, un habitante inesperado vigila la zona…
Anteriormente, en Polonia, que hermosa eres…: Habíamos comenzado explorado el centro de la ciudad para posteriormente conocer a fondo algunas de las leyendas que rodean Cracovia y su castillo, conociendo así la parte mística que la envuelve…
Un último paseo por el centro de Cracovia
Antes de alcanzar la orilla del río, aprovechábamos para un recorrido diferente a los anteriores por el centro histórico, para poder ver algunos rincones hasta el momento desapercibidos para nosotros.
Todavía nos quedaban algunas calles por recorrer de murallas hacia adentro en Cracovia así que era nuestro momento para callejear por sus inmediaciones y ver más a fondo el centro histórico. La Basílica de la Santa Trinidad o de los Dominicos era nuestro primer “checkpoint”. Empezó, como casi todas las iglesias, con una pequeña capilla a la que, con el paso del tiempo, le fueron realizando pequeños cambios y ampliaciones hasta quedarse en el aspecto gótico actual, para no desentonar con el resto de edificios de la zona.
El camino escogido nos llevó a pasar delante de otras muchas iglesias más, en cuyas fachadas los constructores siempre se encargan de ensalzar la tradición católica del país y su fuerte vinculación con el que fue uno de los papas más populares del siglo XX, el papa Juan Pablo II.
La iglesia de San Pedro y San Pablo (mira tu que cachondeo si se llegan a apellidar Picapiedra y Mármol…) es la que tiene que salirse de la linea gótica que lucían el resto que habíamos visto hasta el momento. Ésta resulta que le dio por evolucionar al estilo barroco y por tanto era una de las rebeldes que renegaba del estilo number one de la ciudad que nos había quedado claro que era el gótico.
Las doce estatuas de los apóstoles de su entrada desde luego llaman la atención pero lo que resulta más irónico es la exhibición del péndulo de Foucault que todos los jueves se hace en su interior como una demostración práctica del movimiento de rotación terrestre. Curioso en una de las casas cuyos siervos del Señor se empeñaron en negar ciertas cosas evidentes hoy en día…
Con la iglesia que se encuentra justo al lado, la Iglesia románica de San Andrés, completamos el top 3 de historia de arquitectura básica antes de llegar a orillas del río, nuestra meta de hoy.
A orillas del río Vístula
El Vístula (o como dicen los polacos: Wisła) es uno de los lugares de recreo y evasión de los cracovianos. En sus aguas y por sus orillas tiene lugar mucha de la actividad lúdica de sus ciudadanos, pudiendo verse a parejas ancianas y jóvenes paseando tranquilamente, bicicletas devorando kilómetros por el carril bici o chicos en patines a no mucha menos velocidad (incluso los que van en patinete…).
El Vístula es el más importante de todos los ríos de Polonia y no es precisamente pequeño, cosa que se nota en la anchura del tramo que baña las orillas de Cracovia. De hecho, el río es completamente navegable por lo que no es raro llegar a ver incluso algún barco transportando mercancías a algunas horas concretas del día. Pero si aquí ya es un gran río, su caudal no deja de crecer a lo largo de todo su trayecto por todo el país, dejando su agua en algunas de las ciudades más importantes de Polonia. Es también el río que pasa por Varsovia, aunque allí no tuvimos oportunidad de pasear por su lecho, solo de verlo a lo lejos. Aquí no íbamos a dejar pasar la oportunidad, desde luego.
El nombre del río, Vistula, tiene diversos orígenes y variaciones, pero me voy a a quedar con uno de sus significados originarios y que lo definen perfectamente: “fluir lentamente”. Y es que el agua fluye constante, en un movimiento nada agresivo pero que no cesa en ningún momento continuando su curso. Lo mismo podría decirse de la gente que pasea tranquilamente…
El dragón de Wawel, vigilando las aguas del Vístula
Aunque ya os hablé en otro post de las leyendas asociadas a Cracovia, me dejé en el tintero la relacionada con el Dragón que se esconde en los bajos del Castillo para poder contárosla ahora
Resulta que el dragón de Wawel, o como le conocían sus “vecinos” Smok Wawelski (Smok para los amigos), hacía su vida en los bajos de la conocida colina Wawel sobre la que se erguía el Castillo de la ciudad, a orillas del Vístula.
Smok tenía por costumbre salir a pasear por las inmediaciones de la ciudad y aprovechar para hacer las tareas típicas de un dragón de ciudad: matar campesinos y devorar ganado. Cuando finalmente consiguió hincharle las pe... cansar al Rey Krak, que era el que mandaba por aquel entonces, éste ofreció la mano de su hija a cualquiera que estuviera dispuesto a plantarle cara a Smok y acabar con él (al más puro estilo Disney).
La cola de nobles y aguerridos caballeros que lo intentaron fue tan larga como la de chamuscados o devorados caballeros que perecieron bajo las humeantes habilidades de Smok, así que cuando aquel zapatero (de profesión, no de apellido de presidente de Gobierno) se ofreció ante el Rey, la mezcla de sorpresa y risa contenida se reflejó en segundos en la cara del monarca.
Pero claro, ya se sabe que más vale maña que fuerza así que, cuando este honrado remendador de calzado rellenó de azufre hasta rebosar un cordero muerto y lo dejó a las puertas de la guarida de Smok, dejó en evidencia a cualquier otro valiente caballero de espada en mano.
Smok, que es de los que piensa que con la comida no se juega y que no se debe dejar nada en el plato, se zampó de un bocado ese trampantojo de cordero y no tardó en salir corriendo hasta la orilla del río para saciar los repentinos ardores que el azufre le había provocado con todo el agua que pudiera engullir.
Pero resulta que el muy bruto se ventiló medio río por lo que fue solo cuestión de tiempo que reventara de tanta agua en su interior provocando fuegos artificiales por obra y gracia de la combustión del sulfuroso cordero, por lo que el zapatero, victorioso, volvió una vez más a Palacio para reclamar su recompensa.
Y si, el zapatero y la princesa Wanda (como el pez) vivieron felices y supongo que comieron perdices, pero nadie le preguntó a ella que opinaba de todo este chanchullo que su padre le había montado…
Me he encontrado con otras variantes de la leyenda, pero ésta es la adaptación libre de la que más me ha gustado de todas ellas. Además, resulta que si vas a Cracovia, podrás ver a orillas del Vístula la estatua de Smok justo a la entrada de la que fue su cueva y ver como cada cinco minutos arroja fuego por la boca siendo la sensación de la zona.
La cueva se puede visitar, pero solo en verano, así que si vas en el momento adecuado, podrás ver como vivía un dragón de la época
Respecto a nuestra querida Wanda, y para que veas como son estas cosas de las historias y batallitas de grandes ciudades, resulta que también se dice por ahí que era la misma princesa que acabó reinando cuando el Rey Krak (o Krakus) se fue a dedicarse a la cría de malvas.
La muy lianta se empeñó en no casarse con un príncipe germano, el cual era más chulo que un ocho y dijo: ¿No me quieres? ¡Pues invado Polonia! Las tropas polacas consiguieron evitarlo pero a Wanda no se le ocurrió otra cosa que suicidarse ahogándose en el Vístula para que el germánico despechado no se empeñara en intentarlo de nuevo…
Y digo yo, a todo esto, ¿que fue entonces del zapatero con el que vivía feliz? La magia de la incoherencia de las leyendas
¡Por cierto! Se dice también que la ciudad toma el nombre de Cracovia (Krakow) del popular Rey Krak. Y como una buena historia es la mejor manera de acabar una entrada, cerramos ésta y nos vemos.
¿Cuando? ¡pues la semana que viene!
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