Huracanes, incendios, inundaciones, asedios, bombardeos,… Varsovia ha sufrido a lo largo de su vida todo tipo de calamidades que han marcado su evolución como ciudad. Pero también sus ciudadanos han resistido, combatido y reconstruido cada vez que ha sido necesario, marcando el carácter del que hacen gala en cada conversación que hemos podido compartir o cada vez que surge la más mínima oportunidad de conocer su historia a través de un recorrido por el centro de Varsovia.
La “nueva” Ciudad vieja
Para nuestro recorrido inicial por el centro de la ciudad, optamos en esta ocasión por apuntarnos a un Free Tour de esos que abarrotan las plazas más importantes de las principales ciudades del mundo. Una opción bastante útil para reconocer un poco el terreno antes de explorarlo más a fondo y tomar nota de algunas historias y anécdotas con las que impresionar a familia y amigos a la vuelta y que parezca que hasta hemos aprendido algo…
La Ciudad Vieja es también conocida como Stare Miasto, nombre compartido, con alguna sutil diferencia dependiendo del idioma, con otras muchas ciudades al este de Europa. El centro neurálgico es, sin duda, la plaza del Castillo que además tiene como centro de atención y punto de reunión de todos los varsovianos la conocida como columna del Rey Segismundo III Vasa. Este rey fue el que se empeñó en trasladar la capital de Polonia hasta aquí y por lo que su hijo decidió construirle este monumento en su honor. Una leyenda cuenta que si, por alguna razón, la espada que sostiene Segismundo en su mano se cayera al suelo, sería un presagio de un desastre avecinándose. O eso o que el escultor no había amarrado la espada como era debido…
El caso es que no sabemos si en 1944 la espada fue lo primero en caer, pero los bombarderos alemanes que cubrieron los cielos de la ciudad la sometieron a un incesante bombardeo que acabaría arrasando casi toda la ciudad, entre ellos la propia estatua, que acabó desplomándose contra el suelo. Que quede muy claro que todo lo que ves ahora en las fotos está reconstruido. Y lo bien que les quedó…
Desde el Castillo Real, situado justo al lado del río Vístula, iniciamos un recorrido por el centro histórico que nos lleva primero a pasar por la plaza Kanonia, justo detrás de la Catedral. En el centro de esta pequeña plaza triangular, una campana de bronce espera ser colgada en algún campanario, sin suerte. Otra leyenda, de las muchas que se susurran en las calles de la ciudad, invita a dar tres vueltas alrededor de ella para obtener suerte en el futuro. También en esta plaza se puede admirar la que es la casa más estrecha de la ciudad. Una original manera de evitar pagar una cifra elevada de un impuesto que se basaba en el ancho de la fachada exterior de la vivienda (¿ves en la foto, donde se unen las fachadas, que hay una exageradamente estrecha?).
La Plaza del Mercado es otro de los lugares emblemáticos de Varsovia. La que fue la plaza principal de la ciudad es ahora uno de los lugares más llamativos estéticamente, sobre todo gracias a sus coloridas fachadas y al buen ambiente que siempre hay aquí a cualquier hora, tanto por los visitantes como por las terrazas de los bares. Realmente parece mentira que en esta plaza fuera donde en el pasado se ajusticiaba a los condenados…
La plaza, como tantos otros lugares de la ciudad, está completamente reconstruida a imagen y semejanza de la versión anterior a los bombardeos alemanes. Para ello tuvieron que recurrir a cuadros, fotos y todo aquello que sirviera para replicar con el mayor detalle posible la ciudad. Esto provocó también que se cometieran algunos errores cuanto menos curiosos durante esta reconstrucción, llevando incluso a que aparecieran elementos nuevos en algunas fachadas, que nunca habían existido previamente.
En el centro de la plaza se encuentra el que está considerado como símbolo de la ciudad: la sirena de Varsovia. Esta estatua, replica de la original que ha sido trasladada para protegerla de actos vandálicos, homenajea a otra de las leyendas que se cuentan en esa mente colectiva de la ciudad. La sirena remontó el Vístula nadando desde el mar y paró para descansar en las arenas sobre las que está ahora la Ciudad Vieja. Mientras descansaba, aprovechaba para molestar a los marineros agitando las aguas o enredando las nasas, lo que inicialmente provocó que algunos quisieran darle captura pero que finalmente sucumbieran a su, nunca mejor dicho, canto de sirena. Finalmente capturada por un rico comerciante, consiguió ser liberada por el hijo de uno de los pescadores con la ayuda de sus amigos, lo que sirvió para ganarse su gratitud y prometer proteger a Varsovia y a todos sus habitantes siempre que lo necesitaran. Por ello ahora descansa en pose guerrera, armada con escudo y espada para estar siempre preparada para combatir todo mal que aceche a la ciudad.
Otro rincón de la ruta que merece la pena una visita es el conocido como antiguo vertedero de residuos o Gnojna Góra. En la actualidad se trata de un mirador con unas vistas geniales sobre el río Vistula y la ciudad al otro lado de éste, transformando algo tan desagradable como un basurero en un lugar agradable en el que descansar un poco y recrearse con el paisaje.
La Barbacana es la siguiente parada de la ruta. Esta es una de las entradas a la Ciudad Vieja y en torno a la cual se pueden ver todavía tramos de la antigua muralla que la protegía desde el siglo XIV. En su entorno, los artistas y vendedores callejeros se adueñan de los diversos rincones, creando una excelente mezcla de colores y creando el mejor entorno para un buen paseo por la zona.
Desde aquí, abandonamos la zona antigua y da comienzo la zona nueva de la ciudad que, aún mereciendo la pena todas, se apartan un poco de esa magia que tiene la parte más antigua. Aún así, no te pierdas la judería, la Ruta Real y otros tantos rincones como los muchos palacios y jardines de la ciudad también servirán para completar una visita imprescindible en la imponente capital polaca.
¿De donde venimos? Batallitas históricas de Varsovia
Al parecer Varsovia tuvo su origen en unos asentamientos en torno al siglo X, pero no fue hasta el XV que acabó desarrollándose más prósperamente gracias a la reciente construcción del Castillo y la fortificación de la ciudad mediante una muralla. Todo se volvió genial, muy colorido y muy señorial gracias a la presencia de la corte de los príncipes de Mazovia y posteriormente de los diversos reyes que fueron pasando por allí e hicieron vida detrás de estos muros. De hecho acabaría trasladándose la capitalidad del país de Cracovia a Varsovia. Este traslado vino propiciado por un incendio en el Castillo Real cracoviano, aunque pocos años después, en Varsovia, a principios del 1600, un huracán se cargó la torre de la Catedral y un incendio arrasó la plaza de la Ciudad Vieja. Alguna extraña maldición debía perseguir a los monarcas de la época, visto lo visto…
Los suecos (y también los más desconocidos brandenburgueses y transilvanos) jugaron un papel importante en el crecimiento de la ciudad. Aunque mas bien ayudaron a cargárselo. A mediados del XVII, hasta en tres ocasiones sitiaron la ciudad y las tres veces consiguieron tomarla con su ya habitual y característica sesión de pillaje y asolamiento del pueblo. Lo de hacerse el sueco no debe ser algo que se oiga mucho en Varsovia, la verdad…
Para no hacerme demasiado pesado, el resto de siglos hasta alcanzar el XX fueron una sucesión de guerras, asedios, conquistas y reconquistas al más puro estilo europeo de la época. Por allí se pasaron rusos, sajones y suecos (de nuevo). También incluso los propios polacos, pero estos eran de los que buscaban derrocar al rey actual para cambiarlo por otro más de su agrado. Lo que viene siendo una guerra de sucesión como las que nos salen tan bien en España.
Y, aunque parezca mentira, mientras tanto Varsovia conseguía crecer, o al menos resistir los envites cuando las cosas se ponían feas, llegando a conseguir ser una gran cuna de cultura, educación y conocimiento, lo que también derivó en prosperidad económica. Crearon el primer Ministerio de Educación del mundo, firmaron la que fue la primera Constitución de Europa y fueron pioneros en el establecimiento del capitalismo, ya que afrontaron una industrialización que llenó de dinerito fresco sus recién estrenados Bancos y llegó a constituirse una clase media razonablemente sólida.
¡Pero entonces aparecieron en esta película los prusianos! Se dedicaron a desmantelar el país en cachitos en las llamadas 3 particiones de Polonia y ésta dejó de existir como país pasando a integrarse en el Reino de Prusia.
Con todos los tiras y aflojas entre rusos, prusianos y polacos, al final la cosa acabó quedando en que para cuando nos ventilamos todo el siglo XIX y nos metimos en el principio del XX, los prusianos ya se habían ido a tomar viento gracias a esa peleilla entre naciones que fue la I Guerra Mundial. Por fin parecía que iban a dejar un poco en paz a los polacos y más concretamente a la ciudad de Varsovia, pero ¡ni de coña! El espejismo duró lo que duró el periodo de paz entre la I y la II Guerra Mundial. Bueno, un espejismo algo turbio porque los rusos y su ejercito colorao seguían paseándose a sus anchas por esas tierras cercanas a la madre Rusia. Por suerte, en 1920, el ingenio militar polaco logró lo que dieron en llamar el “Milagro del Vístula”, consiguiendo arrastrar a los soviéticos a una trampa en Varsovia y con ello aplazando, durante unas décadas al menos, el rodillo soviético que mayormente se dedicaba a levantar bloques de hormigón por toda la ciudad, a mayor gloria de Lenin.
Pues nada, entre el 1920 y el 1939, Polonia pudo vivir la que debió ser su etapa más tranquila en mucho tiempo. Eso sí, en sus últimos años la alargada sombra del señor chillón con bigote que acababa de alzarse con el mando en la vecina Alemania empezaba a poner pelos como escarpias en los brazos de la población Polaca… Asedios, saqueos, asesinatos y vuelta a empezar. Nada que este pueblo no conociera ya y que tuvieron como fin la invasión de Polonia en manos de los alemanes y el inicio de la II Guerra Mundial.
Pero ojito! No solo los alemanes invadieron Polonia. A los pocos días de la llegada de los alemanes, los Rusos se hicieron con la mitad oriental del país, por lo que el territorio polaco ahora estaba dividido por la mitad. Esto es un detalle muy a tener en cuenta ya que fueron varias las colaboraciones entre soviéticos y alemanes en la conquista del país. Un cachondeo si tenemos en cuenta que posteriormente la Rusia soviética acabaría uniéndose a los aliados para enfrentarse a Alemania. Un cambio de bando muy oportuno que dejaría a los Stalinistas finalmente en el bando ganador.
¿Y mientras tanto, que hacía el resto de Europa? Pues a pesar de los acuerdos do ayuda que Polonia tenía con las naciones de nuestro viejo continente, la Europa Occidental, representada por Reino Unido y Francia, dejaban a su suerte a los Polacos, mirando para otro lado y justificándolo como que ya no había nada que hacer y que era mejor pensar en la victoria a largo plazo. ¿Polonia? ¿Y eso donde queda?
Y el resto, pues más de lo mismo. Un poco más de lo que la Alemania nazi mejor sabía hacer. Brotaron campos de concentración por todo el país y se formaron guetos, con el de Varsovia como el más representativo del daño causado Pero lo peor para la capital polaca estaba aún por llegar… Después del frustrado levantamiento del gueto, en 1944 los varsovianos decidieron alzarse contra los invasores alemanes antes de que los soldados bermellones del Ejercito Rojo llegara a la capital. La invasión alemana era realmente cruda, pero sabían que si los rusos se hacían con el control, tampoco permitirían nada que pudiera oler a democracia ya que era evidente que iban a incorporarla a su confederación de repúblicas soviéticas y dejar que la hoz y el martillo llenaran de un rojo intenso las tierras polacas. Solo querían resistir contra los alemanes lo suficiente para conseguir que las fuerzas aliadas llegaran a tiempo para ayudarlos, confiando en que el frente que avanzaba por occidente pudiera hacer algo.
Aguantaron la nada desdeñable cifra de 63 días frente a las tropas alemanas, pero era imposible plantar cara a la maquinaria germana. El resultado final de la contienda se saldó con un cuarto de millón de ciudadanos de Varsovia muertos y más del 80% de la ciudad destruida por los bombardeos. Polonia debía ser rescatada de las garras alemanas por el Ejercito ruso, pero para cuando éstos llegaron, poco quedaba que gobernar en la parte del pastel que le había tocado a Stalin. Aun así, se dice, se comenta por ahí, que Stalin, a lo mejor, podría haber frenado el avance de su ejercito para dejar que el levantamiento fracasara y así tener muchas más facilidades para “resovietizar” la ciudad. ¿Cual fue la versión oficial del retraso de las tropas? Problemas de abastecimiento…
De aquí en adelante, y ya en un ambiente muy tenso de “paz” bajo el yugo soviético, se comenzó a reconstruir Varsovia, aunque dándole un toque más soviet, como solo las tendencias arquitectónicas stalinistas saben aportar. Ahí apareció ese pedazo de mamotreto que es el Palacio de la Cultura y la Ciencia como baluarte más significativo. Por suerte, gran parte de la reconstrucción se hizo a imagen y semejanza de su estado anterior a la destrucción de la guerra. Ya solo faltaba dejar que pasara la Guerra Fría para que, con la llegada del año 1989 el ya pasado de moda comunismo acabara de venirse abajo. Con ello, el centro histórico de Varsovia pasaba también a considerarse patrimonio de la humanidad de la UNESCO.
Si después de todo este montonazo de datos de incuestionable importancia, todavía seguís leyendo y no os habéis dormido o pegado un tiro (no os culparía ni lo más mínimo…) solo me queda añadir que no os perdáis Varsovia, por supuesto, pero que ni locos desperdiciéis la oportunidad de conocer la historia de la ciudad y el país a través de sus calles, plazas y monumentos.
Varsovia aporta mucho más de lo que inicialmente pueda parecer, a pesar de vivir a veces a la sombra de su hermana Cracovia.
Nos vemos en la próxima entrada!
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