Cracovia, como buena ciudad que se precie, tiene en su centro de la ciudad un edificio emblemático que destaca sobre el resto ya que además asoma por detrás de los edificios del centro tímidamente. El castillo de Wawel es símbolo de la ciudad y foco de muchas leyendas que te voy a contar a continuación.
Anteriormente, en Polonia, que hermosa eres…: Llegados a Cracovia, ya habíamos tomado buena cuenta de los lugares importantes de la Plaza del Mercado (sobre todo restaurantes y cervecerías económicas, por supuesto). El resto de la ciudad nos estaba esperando, sobre ese castillo que se asoma al fondo y que tiene tan buena pinta…
Subiendo al Castillo de Wawel
Lo mejor del Castillo de Wawel es lo cerca del centro que se encuentra. Basta con cruzar el centro histórico hacia el sur para encontrarse de repente con la colina sobre la que se levanta y poder echarle un primer vistazo. Además, se encuentra a orillas del Vístula, el río que baña la ciudad.
Tiene lógica, ya que todo edificio histórico de este tipo buscaba en su construcción sobre todo dos cosas, dificultar su acceso y disponer de visión en kilómetros a la redonda para poder anticipar posibles ataques y prepararse para ellos.
Por lo tanto, lo que antes eran decisiones que podían suponer la supervivencia de todo un pueblo, ahora nos servían a nosotros como garantía de unas buenas vistas sobre la ciudad. Como cambian los tiempos…
En nuestro afán por alcanzar las mejores vistas a ultima hora de la tarde para disfrutar de buena luz e incluso de una buena puesta de Sol si se presta, llegamos a las inmediaciones del Castillo justo a tiempo para que los vigilantes nos avisaran de que se iban a cerrar las entradas en breve por lo que tendríamos que ser breves.
Tocaba hacer una visita resumida al Castillo, no fuéramos a quedarnos allí dentro y tuviéramos que ser desalojados y abroncados en polaco lo que, además de no entender ni papa, podría suponer algún que otro problemilla al que tampoco querríamos enfrentarnos ya que tendríamos que sacar nuestra mejor cara de turistas despistados…
Moraleja: comprobad bien los horarios y no hagáis como nosotros, que siempre vamos a lo loco y luego pasa lo que pasa
Este Castillo y Palacio fue residencia de los Reyes de Polonia durante innumerables años aunque ahora es uno de los más populares museos del país. La colina Wawel, sobre la que se asienta el castillo, ha sido el centro de importancia de toda vida a lo largo de la historia.
Aquí se asentaron los primeros poblados hace miles de años y aquí se fueron estableciendo progresivamente mercados e iglesias que posteriormente dieron paso a la construcción de la catedral.
Así se fue concentrando en torno a ella gente que se asentó y formo la ciudadela que la rodea, hasta que entre el siglo XIII y XIV dio inicio la fortificación y construcción del castillo tal y como se puede contemplar en la actualidad.
El cambio de capital a Varsovia si que dañó al castillo y no el incendio que había sufrido con anterioridad. El castillo quedó abandonado y cuando los suecos y los prusianos vinieron de paseo por la zona no se cortaron ni un pelo en darle el toque final para demacrarlo definitivamente.
Pero fueron los austriacos los que más tarde se dieron el paseo por la zona, en plena partición de Polonia (uno de esos periodos en los que Polonia dejó de ser Polonia y sus vecinos se encargaron de desmembrarla y repartírsela en pedacitos) y aprovecharon su ubicación para transformarlo en una fortaleza defensiva reforzando los muros.
Fue cuando Polonia volvió a ser un país de pleno derecho, después de la I Guerra Mundial, cuando el pueblo aclamó el castillo como símbolo del país y se transformó en edificio gubernamental y residencia del Presidente de la II República polaca.
Pero claro, aún tenían que llegar los alemanes de nuevo a invadir Polonia, así que, aunque respetaron bastante el edificio, si sufrió algún daño. Nada que no se pudiera reconstruir una vez Polonia fuera “liberada” del yugo alemán y pasara a manos de los amiguetes rusos.
Leyendas de Wawel
Una vez estamos un poco más al tanto de la historia real de Cracovia y su castillo, ha llegado el momento de adentrarnos en la neblina que cubre las sordidas y oscuras leyendas que rodean este edificio y las entrañas de su colina.
Amigos, amigas… suban a la nave del misterio ya que vamos a sumergirnos en las historias que envuelven y dotan de magia la colina de Wawel…
No se si recuerdas que cuando estuvimos en el centro de Cracovia habíamos hablado de como la ciudad había conseguido sortear los bombardeos alemanes de la segunda Gran Guerra. Pues si tuviéramos que creernos todo lo que nos cuentan, deberíamos asociar este hecho milagroso a la presencia de una de las siete piedras mágicas que se esconden en todo el mundo. Si, he dicho piedras mágicas, no has leído mal…
Aunque tal vez debamos pensar más en astros del Sistema Solar ya que cada piedra recibe el nombre de alguno de ellos y cada una de ellas ha protegido a ciudades como Delhi, Delfos (la del oráculo, si) Jerusalén, La Meca, Roma o Velehrad (República Checa). Si estas ciudades tenían piedras llamadas Luna, Venus, Sol, Mercurio, Marte o Saturno respectivamente, a Cracovia le correspondería como gran protectora Júpiter. Y, mira tu por donde, a esta piedra le dio por caer en plena colina de Wawel.
Las famosas piedras fueron arrojadas, según la leyenda, por la diosa hindú Shiva, esparciendo chakra así, a lo loco, por el mundo adelante… Así que si te paseas por el interior del castillo y te encuentras con un montón de gente apelotonada en una puerta del patio, que sepas que es porque es el punto más cercano a aquel donde se concentra la energía que emite la piedra y que consiguió alejar a los nazis de Cracovia. Ahí es nada
Aunque el listón ha quedado bastante alto con la leyenda de las siete bolas del drag…,esto… las siete piedras de Shiva, vamos a intentar subirlo aún más con otra historia. Ésta es un poco más sórdida y oscura, pero seguro que te llamará todavía más la atención, ya que forma parte de esa Cracovia siniestra más desconocida.
Una vez al año, por Nochebuena, una curiosa familia se reúne en una cámara secreta escondida en los sótanos del Castillo. A esta reunión asisten los fantasmas de todos los reyes y príncipes polacos que fueron sepultados en la cripta de la Catedral.
Una reunión familiar en toda regla con múltiples generaciones presentes, el sueño de toda abuela nonagenaria por navidad. Ahora bien, esa reunión no se prolonga más de una hora, la cual se inicia con el tañido de la Campana de Segismundo, en la torre de la Catedral.
La mesa la preside Boleslao el Bravo, primer Rey legitimo de Polonia, que, al parecer, siempre se empeña en querer arreglar el mundo (o al menos el futuro de Polonia) con una copa de vino en la mano. Vamos, como cualquier abuelo, cuando a partir de la tercera copa le da por hablar de política y poner a todos a caer de un burro…
La hora de cena familiar se acaba cuando el trote de caballos marca la llegada de los Caballeros de Tatras, que resulta que habían escuchado también la campana y no dudaron en hacer todo el camino desde las montañas para presentarse ante el Rey.
Arrodillados ante él, uno de ellos pregunta:
– “¿Ha llegado el momento?”
a lo que Boleslao les dice lo mismo que todos los años (seguramente en plan cansino ya):
– “No, caballeros míos, ¡el momento no ha llegado!”
Y así se acaba el tema. Con los caballeros deshaciendo el camino y los reyes y familia desvaneciéndose un año más…
Sobre a que momento se refieren, ni idea, pero como toda buena leyenda que se precie, tiene siempre su nexo de unión (nunca demostrable, por supuesto) con la realidad. Según parece, hace doscientos años un guardián se quedó hasta tarde y asistió como oculto espectador a este simposio real.
También se dice que si en Nochebuena estas a medianoche a los pies de la Colina, podrás escuchar puertas que se abren, música y trote de caballos. ¿Una excusa más para volver a Cracovia y pasar allí las navidades? Mmmmm….
Después de todo esto, si te digo que que en la entrada principal de la Catedral del Castillo hay unos huesos colgados (de lo que se dice que es un mamut) que si algún día dejan de estar ahí provocaran catástrofes en la ciudad, ya te sabe a poco, ¿verdad?
Pues con toda la parrafada que te acabo de soltar, creo que ya es hora de irse a cenar. ¿A donde? pues nosotros al centro histórico, ¡por supuesto!
Buf, como me encanta esta ciudad, sobre todo de noche…
Hasta la próxima entrada
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