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Desde lo más alto de la Catedral de Santiago

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Hace unas semanas, los compañeros de GaliciaTB y nosotros tuvimos la oportunidad de recorrer las cubiertas de la Catedral de Santiago y adquirir otra perspectiva más original acerca de la historia de este icónico edificio.
Id buscando un lugar cómodo, preferiblemente en una buena butaca o sofá (y si es con un cafecito o té en la mano, mejor) ya que vamos a dar un pequeño paseo por la Catedral a través de sus tejados y paredes para conocer algunas historias y detalles que sus casi mil años han podido atestiguar.

En las almenas por encima del Claustro

En las almenas por encima del Claustro

Torre del Reloj, de la Trinidad o la Berenguela

Torre del Reloj, de la Trinidad o la Berenguela

Los cielos de Santiago

La subida a las cubiertas obligaba a recorrer unas escaleras de piedra en forma de caracol para alcanzar una pequeña puerta que permitía la salida al exterior. La salida estaba justo en la parte trasera de la fachada que da al Obradoiro, desde luego la más popular de todas ellas. Estábamos por tanto entre las bambalinas de uno de los más conocidos e históricos monumentos de Galicia. La escalonada cubierta de la nave principal del templo nos permitía movernos con relativa facilidad, aunque toda precaución resultaba escasa ante la posibilidad de algún que otro resbalón pudiera tener un mal final, teniendo en cuenta la poca protección que existía en algunas de las zonas en las que se acababan los tejados.

Justo allí, en la parte alta de la cubierta y prestando atención a la guía que nos acompañaba dándonos pequeñas pinceladas históricas con precisión de cirujano, contemplamos la parte trasera de las dos torres principales de la Catedral. La torre de la Carraca, justo al lado de la puerta por la que acabábamos de salir, ya estaba libre de andamios, después del proceso de acondicionamiento y rehabilitación al que había sido sometida. A diferencia de su vecina, la torre de las Campanas que todavía estaba cubierta de ellos, aunque según nos contaba la guía, se preveía que antes de que acabara el año deberían finalizar los trabajos de rehabilitación que permitirían volver a admirar al completo, desde la Plaza del Obradoiro, la fachada más popular entre todos los peregrinos.

Entre ambas torres podíamos ver, de espaldas y muy quietecito, a Don Santiago, ese que desde la propia Plaza se ve siempre presidiendo la congregación de sus centenares de fieles. Eso si, aunque estábamos casi a su altura, no había quien le mirase por encima del hombro…

Santiago Apostol vigilante desde la fachada del Obradoiro

Santiago Apostol vigilante desde la fachada del Obradoiro

Torre Norte o de la Carraca

Torre Norte o de la Carraca

Cimborrio de la Catedral

Cimborrio de la Catedral

Vista aerea de la Plaza de Platerías

Vista aerea de la Plaza de Platerías

Vista aerea de la Plaza de Platerías

Vista aerea de la Plaza de Platerías

El claustro, con sus detallitos entre el gótico y el renacentista, según cuentan los que saben, se ve custodiado por dos torres que terminan en unas pirámides muy curiosas. Cada torre, como no, tiene su nombre: la del Tesoro y la de la Vela.

Siguiendo el camino en torno al claustro llegamos a la torre del Reloj, nombre más que evidente ya que su función era dar las horas, utilizando para ello un juego de campanas. La mayor de ellas le da también otro nombre a la torre: la Berenguela. También desde allí la vista de la Plaza de Praterías es un lujo de perspectiva cenital desde la que contemplar a todos los peregrinos y visitantes que se acumulan para sentarse en las escaleras o pasear.

El recorrido permite ver también la Plaza da Quintana o la fachada del monasterio de San Martín Pinario entre lo más interesante. Por último, y aunque llevábamos teniéndolo cerca en todo momento debido a su ubicación, llegaba el momento de pararse al lado del cimborrio. Esta pequeña torre se situaba justo en la intersección de la cruz latina que forma la planta de la catedral. Justo al lado, otra cruz toma ahora el protagonismo ya que la cruz metálica sobre la estatua de un carnero marca el punto en el que los antiguos peregrinos quemaban sus ropas, tanto por higiene, ya que eso tenía que oler a tigre más que una cuadra, como por ritual de purificación espiritual. Por eso es llamada la cruz de los farrapos.

Parte del grupo al lado de la Cruz dos Farrapos,con la Torre del Reloj de fondo

Parte del grupo al lado de la Cruz dos Farrapos,con la Torre del Reloj de fondo

Tejado a la altura de la fachada de la Azabachería con Santiago en lo alto

Tejado a la altura de la fachada de la Azabachería con Santiago en lo alto

Tejado a la altura de la fachada de la Azabachería con Santiago en lo alto

Tejado a la altura de la fachada de la Azabachería con Santiago en lo alto

Vistas de Santiago

Vistas de Santiago

Made y la Torre del Reloj

Made y la Torre del Reloj

El último maestro campanero de Santiago

La torre de las Campanas, una de las dos principales torres de la fachada del Obradoiro, es donde se encuentran guardadas 14 campanas que nos conducen a una de las historias que esconden las piedras de este templo. Durante dos décadas, Ricardo Fandiño fue el campanero encargado de mantener en buen estado las campanas y garantizar que sonaran con precisión para cada evento señalado.

Debido a su trabajo, no podía vivir muy alejado de la catedral, suponemos que sería por si era necesaria alguna intervención de emergencia que requiriera avisar a golpe de tañidos a los Santiagueses. En la década de los 40 y los 50, este todavía era el mejor medio de comunicación del que disponían para avisar a grandes masas de manera eficiente. Él, su mujer y sus tres hijos disponían pues de una pequeña casa sobre estas mismas cubiertas, a unos cuarenta metros de altura y justo al lado de la torre de la Campana. Más cerca, imposible.

A pesar de ello, sería el ultimo de su gremio en esta Catedral, ya que su oficio estaba condenado a desaparecer con las innovaciones que cada vez más se iban extendiendo incluso en templos milenarios como este. Aún así, sus últimos años de profesión seguirían permitiendole disfrutar todos los días de las mejores vistas de la ciudad.

Era una especie de guardián que contemplaba la actividad desde lo más alto, ajeno a lo que ocurría pero pendiente de lo importante. Por si fuera poco, la granja que tenían montada allí arriba era digna de estudio. Varias gallinas y un gallo de puntualidad británica, seguramente gracias a la buena vista de la salida del sol, vivían en un gallinero también sobre esas cubiertas. No había en Santiago huevos más benditos que los de esas gallinas…

Torre del Reloj, de la Trinidad o la Berenguela

Torre del Reloj, de la Trinidad o la Berenguela

Cimborrio de la Catedral

Cimborrio de la Catedral

Parte de la Catedral frente a la Plaza da Quintana

Parte de la Catedral frente a la Plaza da Quintana

Explicaciones frente al Cimborrio de la Catedral

Explicaciones frente al Cimborrio de la Catedral

Plaza de la Inmaculada y hospedería San Martín Pinario

Plaza de la Inmaculada y hospedería San Martín Pinario

Tejado a la altura de la fachada de la Azabachería con Santiago en lo alto

Tejado a la altura de la fachada de la Azabachería con Santiago en lo alto

Plaza da Quintana

Plaza da Quintana

Y ahora, el interior!

Después de la de veces que he visitado Santiago los últimos años, cuando entré en la Catedral me di cuenta de que no accedía a su interior desde hacía muchísimo tiempo. Pasé por delante de ella mil veces, tanto cuando venía a visitar a amigos, como cuando salía de marcha en lejanas épocas universitarias o incluso cuando todavía corría y la carrera de Santiago situaba su meta justo enfrente de la fachada principal. Pero en ninguna de esas ocasiones había vuelto a entrar, así que cuando bajamos de las cubiertas, y antes de marchar, nos animamos a entrar y echar un vistacillo…

Lo primero que nos llamó la atención al entrar fue el control de seguridad. Los tiempos cambian y con ellos el riesgo de atentado o similar debe ser una constante… Ya con la pegatina que garantizaba que mi material fotográfico no haría volar los cimientos de la catedral, entramos y nos encontramos de frente con una misa en curso.

Las medidas se seguridad no eran menores en el interior y había casi tantos guardias de seguridad como esquinas debía tener el edificio. Con mi ya legendaria irresponsabilidad y desconocimiento ante la posibilidad de buenas fotos, me lancé como si no hubiera un mañana a reproducir la misa desde todos los ángulos que me permitía el poco espacio disponible, intentando no estorbar ni interrumpir su momento de paz a ninguno de los asistentes. Y así fue, hasta que uno de los guardias, con una amabilidad pocas veces experimentada por mi persona ante situaciones similares, todo hay que decirlo, me avisó de que debía esperar a que finalizara la omilia para seguir disparando como un poseso.

Sorprendido y a la vez avergonzado, me guardé la cámara y mientras tanto aproveché para echar un vistazo al resto de vigilantes. Todos atendían con paciencia las dudas y preguntas de los muchos visitantes, lo que los convertía no solo en vigilantes sino en algún tipo de semidioses llegados a la tierra con el superpoder de permanecer horas de pie aguantando infinidad de preguntas sin inmutarse ni perder una sonrisa que ya de por si era una novedad en un gremio que suele requerir transmitir cierta mala leche. Mi más sincera enhorabuena a todos ellos, debo añadir!

Misa en la Capilla Mayor

Misa en la Capilla Mayor

Misa en la Capilla Mayor

Misa en la Capilla Mayor

Restos del Apostol Santiago (según fuentes oficiales...)

Restos del Apostol Santiago (según fuentes oficiales…)

Botafumeiro

Botafumeiro

Como os decía, hacía tantos años de la última vez que había estado dentro de la catedral, que prácticamente era la primera vez para mi. En principio no era diferente de otras iglesias o catedrales que hubiera visitado antes, aunque ésta era mucho mas señorial y solemne que la mayoría de ellas. Eso si, el tumultuoso grupo de visitantes que nos esparcíamos por cada rincón era probablemente de lo más numeroso que habíamos visto en mucho tiempo.

Descartamos directamente visitar a Santiago al Altar Mayor para darle el abrazo de rigor que establece la tradición, ya que la cola daba casi una vuelta completa. Llegamos a la conclusión de que no conocíamos tanto a Santiago como para abrazarlo… Nos conformamos con ver al propio santo siendo abrazado por otros bajo la alargada sombra del botafumeiro que colgaba estático y expectante.

Las hileras de confesionarios a ambos lados de los bancos de la capilla mayor llamaron también nuestra atención. Tanto por el pilotito rojo sobre cada uno de ellos que indicaba si estaba ocupado, como si se tratara del baño de un avión, como por las opciones de idioma que se daban en algunos de ellos. Así iban saliendo unos, cargados de deberes en forma de avemarías mientras otros entraban a iniciar las negociaciones de pecados y posibles opciones de perdón disponibles.

Altar de la Capilla Mayor

Altar de la Capilla Mayor

Figura de Santiago en la Capilla Mayor

Figura de Santiago en la Capilla Mayor

Confesionarios

Confesionarios

De nuevo en el exterior, la vida continua en las plazas y calles de Santiago. Mientras nos praparabamos para despedirnos de la ciudad, dabamos un último vistazo a la Plaza da Quintana y a la de Platerías, donde espectaculos de malabares entretenían a unos, mientras que otros se tomaban unos minutos de reflexión para disfrutar del triunfo que suponía alcanzar la meta personal establecida. Hasta la próxima visita, Santiago!

Plaza da Quintana

Plaza da Quintana

Actuación en la Plaza da Quintana

Actuación en la Plaza da Quintana

Puerta Santa o del Perdón

Puerta Santa o del Perdón

Torre del Reloj y la Puerta Santa desde a Quintana

Torre del Reloj y la Puerta Santa desde a Quintana

Plaza de Platerías

Plaza de Platerías

Plaza de Platerías

Plaza de Platerías

Torre del Reloj desde la Plaza de Platerías

Torre del Reloj desde la Plaza de Platerías

Peregrino en la Plaza de Platerías

Peregrino en la Plaza de Platerías

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