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Palacio da Pena de Sintra, así vivían los Reyes portugueses

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Antes de que Portugal fuera una república como es a día de hoy, las monarquías lusas campaban a sus anchas por nuestro país vecino. Sintra es el corazón de estos devenires reales y el Palacio da Pena su símbolo más reconocible y popular. También la Unesco piensa así, y por eso desde 1995 es considerado un patrimonio más de la humanidad así que, ¿Damos un paseo por el siglo XIX?

Aunque aquella voz femenina que salía del GPS del móvil transmitía una contundencia indiscutible en cada una de sus indicaciones, la experiencia previa nos había hecho desconfiados por naturaleza sobre la fiabilidad de este pequeño dispositivo. Íbamos trazando con cuidado las curvas del camino que serpenteaba en dirección a Sintra, un pequeño pueblo portugués cercano a Lisboa que sería nuestra meta. Al alcanzar la oficina de turismo que se ubicaba en ese mismo trayecto en carretera, decidimos consultar allí las notas que traíamos y cotejarlas con la chica detrás del mostrador de la oficina para cerciorarnos de que íbamos por el buen camino.
Sintra estaba completamente repleta de castillos, palacios y quien sabe cuantos lugares más para visitar, pero una vez más, nuestra mala previsión al estimar el tiempo que necesitábamos para visitarlo todo se nos había quedado enormemente escasa. La chica de la oficina no hizo otra cosa que ratificarlo, por lo que llegaba el momento de escoger y queríamos que nuestra elección fuera lo más acertada posible.
Diez minutos más tarde retomábamos la ruta, esta vez con el Palacio da Pena como único objetivo, ya que por el tiempo del que disponíamos solo tendríamos tiempo para uno de los monumentos de esta zona Patrimonio de la Humanidad. Desde luego el Palacio parecía la opción más atractiva, aunque aún a día de hoy, cuando veo todo lo que habíamos dejado pendiente de conocer, me resulta imposible no pensar que por lo menos un par de días más por la zona serían necesarios la próxima vez.
Castelo dos Mouros

Castelo dos Mouros

Palacio da Pena

Palacio da Pena

Palacio da Pena

Palacio da Pena

Dejábamos el coche en el aparcamiento frente a la entrada al Palacio y, después de pagar los 14€ de la entrada combinada de los jardines y el interior del palacio, recorrimos a pie el resto del trayecto que subía hasta la entrada al propio edificio en si. Dejábamos por tanto el recorrido por los jardines para después y nos lanzábamos a patear el edificio principal.
Cuando adquirimos el suplemento de acceso al palacio, entendimos que la entrada general solo permitía recorrer los jardines (ya que así lo indican en taquilla, al distinguir el precio entre jardines y jardines+palacio) y que para entrar en el propio palacio necesitaríamos ese extra. En realidad el acceso al palacio es para visitar algunas de las dependencias interiores, ya que el resto de zonas del palacio estaban totalmente abiertas al público. Por lo tanto si no sois de visitar habitaciones y os basta con pasear por los muros, patios y miradores del palacio os será suficiente con pagar solo los 7,50 € de acceso a los jardines ya que vais a tener lugares para visitar hasta aburrir!
Palacio da Pena

Palacio da Pena

Puerta de acceso al Palacio da Pena

Puerta de acceso al Palacio da Pena

Vista de las puertas de acceso al Palacio da Pena

Vista de las puertas de acceso al Palacio da Pena

Entrada al tunel cruzando la Puerta Monumental

Entrada al túnel cruzando la Puerta Monumental

Tritón custodiando la puerta de entrada al Patio de los Arcos

Tritón custodiando la puerta de entrada al Patio de los Arcos

El origen del Palacio da Pena

El matrimonio entre Maria II, reina legitima de Portugal de origen brasileño y Fernando de Sajonia, de origen alemán, hizo que éste último fuera Rey consorte de Portugal. Esto suponía que, mientras ella viviera y ninguno de sus hijos fuera mayor de edad, el seguiría siendo un Rey “postizo”.

Y resulta que esta parejilla estaba de paseo por Sintra cuando Fernando se quedó con la existencia de un antiguo monasterio en lo alto de una colina que había sido reducido a escombros por el pasado terremoto de Lisboa de 1755 y que así se había quedado desde aquella. Fernando se quedó tan encantado en esa visita del entorno de Sintra, que decidió no solo recuperar el monasterio si no que se hizo con otras construcciones de la zona como el Castillo de los Moros para montarse su palacete de verano.

Así arrancó en 1838 la reconstrucción y mejora del monasterio, al cual lo dotó de todo tipo de estilos arquitectónicos que lo dotaron de una mezcla realmente curiosa. Cogieron todos los estilos que empezaban por neo que tenían en aquella época (neogótico, neoislamico y neorenacentista), lo metieron en una coctelera, agitaron y les salió un pedazo Palacio que ya querrían muchos veraneantes. Para acompañarlo, que mejor que coger un poco de esa mano que tienen los ingleses para los jardines y montarse uno enorme en torno al propio palacio, basándose en sus diseños. Fue solo cuestión de tiempo que el Palacio acabara consolidándose como residencia de verano incluso para posteriores monarcas. Así fue como les quedó a los portugueses la mejor representación del romanticismo portugués del siglo XIX.

El acceso al Palacio se hacía por una subida que primero trascurre por debajo de varias puertas de acceso. La primera muy al estilo arabesco, mientras que la siguiente parecía la entrada de una fortaleza medieval, custodiada por diversos blasones en lo alto. El Patio de los arcos era otro contraste increíble, con colores llamativos y arcos moriscos, a través de los cuales las vistas desde lo alto eran espectaculares. Pero para llegar a él había que cruzar antes la puerta de entrada, con una figura de tritón (medio hombre, medio pez) que sujetaba la ventana saliente de la fachada. Una fachada por cierto que destacaba por su mosaico de azulejos, elemento decorativo por excelencia en Portugal.

Made, desde su atalaya, controlando Sintra y planeando como invadirla...

Made, desde su atalaya, controlando Sintra y planeando como invadirla…

Vista general de Sintra desde el Palacio da Pena

Vista general de Sintra desde el Palacio da Pena

Patio de los Arcos

Patio de los Arcos

Mira al pajarito...!!

Mira al pajarito…!!

Justo en una entrada al lado de la fachada azulejada, entregamos nuestras entradas y subimos una escalera de espiral que nos llevó al interior de las dependencias del palacio. Allí, lo primero con lo que nos encontramos fue el claustro que pertenecía al antiguo convento sobre el que distribuyeron las dependencias del palacio.

Durante la visita a las habitaciones pudimos ver el comedor privado de la familia real, los aposentos del Rey y la Reina, que dormían en habitaciones separadas (una costumbre muy monárquica, al parecer…) y diversas salas de paso y para las visitas. Las vidrieras, completamente restauradas, mostraban imágenes de todo tipo, desde escenas religiosas a representaciones de glorias pasadas de otros reyes, todo en bonitos mosaicos de colorines. Para el final de la ruta, la cocina real, con todos sus pucheros de cobre y sus fogones. No era la única cocina, pero si la más grande e importante.

Los reyes que fueron sucediendo a Fernando II también tomaron el palacio como segunda residencia e incluso los últimos reyes de Portugal, antes de que en 1910 se proclamara la República, residieron allí como vivienda principal. Con la llegada de la República la monarquía quedó relegada a un segundo plano y el Palacio paso a ser un museo y abrirse al público. En la actualidad, a muy pocos kilómetros del Palacio da Pena, el heredero legitimo de la monarquía portuguesa, Don Duarte Pío, vive tranquilo, esperando pacientemente a que haya alguna oportunidad de optar a un trono que, a sus 69 años, ve cada vez más lejos. Los portugueses, al menos a día de hoy, si hay algo que tienen claro es el modelo de estado y la República está ya más que consolidada así que, Don Duarte, tendrá que pasarle el testigo de la espera a su hijo, a ver si tiene más suerte…

Claustro del Palacio

Claustro del Palacio

Comedor en el interior del Palacio

Comedor en el interior del Palacio

Un bañito?

Un bañito?

Tiempo de oración...

Tiempo de oración…

Vidriera restaurada con imágenes monárquicas y religiosas

Vidriera restaurada con imágenes monárquicas y religiosas

Cocina real

Cocina real

Perdiendonos, literalmente, por los jardines…

Una vez finalizada la visita al palacio, comenzábamos con el recorrido por los jardines. No se si la palabra jardín transmite la verdadera dimensión de las inmediaciones del palacio. Toda la zona de la colina sobre la que se situaba el palacio era parte del entorno del mismo y los caminos que permitían llegar a las distintas zonas serpenteaban y se entrecruzaban creando algo cercano a un laberinto. O eso nos pareció a nosotros cuando desplegamos el mapa, lo cotejamos con las señales del cruce y… no conseguíamos aclararnos…
– Pues nada, yo creo que es por aquí… – ¿Seguro? – La verdad, no… – Tu tira, y a ver donde aparecemos..
Y así caminamos, sin mucha seguridad, pero apremiados por la poca luz que quedaba ya y ante el temor de quedarnos a oscuras en medio de aquel enorme jardín. ¿Los paisajes? Impresionantes, pero para que nos vamos a engañar, con la sensación de quedarnos algo perdidos no nos dejaba demasiado margen para el disfrute. La jugada final llegó cuando uno de los vigilantes del parque que acabábamos de encontrarnos y al que aprovechamos para preguntarle nos indicó una ruta alternativa por la que podríamos concluir la visita pasando por algunos lugares interesantes antes de llegar a la entrada. Hizo incapie en que no nos despistaramos, para no quedarnos atrapados, pero que merecería la pena.
Entrada al Palacio da Pena

Entrada al Palacio da Pena

Puesta de sol desde los jardines del Palacio da Pena

Puesta de sol desde los jardines del Palacio da Pena

Palacio da Pena de noche

Palacio da Pena de noche

Pues no estábamos nosotros demasiado para pararnos a admirar nada. Cada vez menos luz, ni un alma en la zona y sin tener todavía claro como de lejos estábamos de la salida que supuestamente debíamos tomar. Como ya no estábamos seguros de nada, nos dejamos de visitas y apuramos el tiempo que quedaba para alcanzar esa supuesta puerta de salida. Y efectivamente, llegamos a ella pero… estaba cerrada y no había nadie cerca a quien preguntar.
Ni cortos ni perezosos abrimos una pequeña puerta que encontramos en el muro y pudimos por fin plantarnos fuera del recinto y alcanzar, ahora si, la carretera principal de la ruta que estábamos siguiendo. El problema fue que… estábamos a un par de kilómetros del coche y nos tocaría andar todavía más. Ya de noche y solo con la iluminación de la luna y de los coches que pasaban por allí de vez en cuando, recorrimos el camino, con paciencia y un poco hasta los hu… cansados de tanto patear. Eso si, el palacio lucía mucho más de noche, con esa iluminación que resaltaba sus coloridas fachadas en contraste con la oscuridad del parque y con la sola presencia de la luna en lo alto. Si, vale, podremos al menos consolarnos un poco con eso, ¿no? 😛
Castelo dos Mouros de noche

Castelo dos Mouros de noche

Castelo dos Mouros de noche

Castelo dos Mouros de noche

Una vez subidos al coche, emprendimos el camino hacía el centro de la villa de Sintra, para tomar algo y descansar, que nos lo habíamos ganado. El pequeño pueblo de Sintra era más bien una especie de campamento base para todos los que, como nosotros, se lanzaban a pasar el día recorriendo la zona.
Bares y restaurantes preparados para las oleadas de turistas estaban repletos a la hora que llegamos nosotros pero, curiosamente coincidiendo todos, los autobuses encendían los motores y todos salían apurados de los locales y se subían a ellos para emprender el viaje de regreso. El momento perfecto para tener Sintra para nosotros solos. No quedaba casi un alma y aprovechábamos para tomarnos algo antes de dar una tranquila vuelta por sus calles y ver los edificios del Palacio Nacional o el Ayuntamiento, que lucían genial con las luces artificiales que los iluminaban bajo el cielo negro.
Palacio Nacional de Sintra

Palacio Nacional de Sintra

Ayuntamiento de Sintra

Ayuntamiento de Sintra

Si queréis visitar Sintra os recomendamos que no hagáis lo que hemos hecho nosotros y vayáis con bastante tiempo. Un día entero puede ser suficiente pero tendréis que dejar cosas sin visitar por lo que, si tenéis la oportunidad, dedicadle dos días y disfrutad de los Castillos, Palacios y parques que rodean esta villa tan histórica! Ah, y no os olvidéis de contárnoslo en los comentarios 😉

¿Quieres visitarlo?

  • Como llegar:
  • Entrada y horarios:
    • En nuestra visita, la entrada básica era de 7,50€ y el suplemento para el interior del palacio de 6,50€.
    • El horario de los jardines es de 09:30 a 20:00 aunque puede variar en invierno. Está abierto todo el año excepto el día de navidad y año nuevo. Para cerciorarte de esta información, compruébala en la página web del Palacio!

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